miércoles, 21 de abril de 2010

Sábanas escarlata- Nicolás Heredia

(versión extensa del cuento, en base a esto, el tallerista debía lograr un texto de mucho más breve)

Me desperté y allí estaba ella, sentada, mirándome, sus grandes ojos perdidos en la nada. No dijo su acostumbrado ¡buen día, mi amor! sólo me contemplaba, su cara estaba pálida como un papel, se podía ver como una gota de sudor recorría su delicada piel, ahora ceniza.
¿Qué te pasa? ¿qué te sucede? Le pregunté, ella no respondió. Seguramente aún debe estar molesta por la pelea de anoche, pensé.
¡Te están volviendo loca los celos! Sos muy obsesiva! Le grité, ella siguió inmutable. Ahora dirigía la mirada a un lugar que parecía estar abajo de la cama, noté como miraba y se estremecía una y otra vez. Todo era muy raro.
No es nada que no se solucione con un beso y un abrazo, me dije. Me dispuse a levantarme de la cama cuando lo sentí. Una viscosidad tibia me cubría el pecho, las sábanas se adherían a mi piel. Me despojé rápidamente de ellas cuando lo ví, la cama estaba completamente empapapada de sangre y otros fluidos vitales, lo peor es, que era mi sangre y mis fluidos vitales y yo tenia un corte que empezaba en el abdomen y llegaba hasta el esternón, ahora ella lloraba estremecedoramente. Justo en ese momento entre sus faldas brilló el filo de lo que parecía un bisturí.
En ese momento me desperté, me di vuelta la abrazé suavemente y le dije en el oído, te quiero, no peleemos mas…



Sábanas escarlata

Desperté y allí estaba. Sus ojos abrazaban la nada, le hablé y no respondió. Luego grité, ella nada dijo. Mi tibia piel latía bajo las sábanas, la blanca seda ahora se teñía de escarlata y un blanco filo entre sus faldas fulguraba. Abrí los ojos, la abrazé sin despertarla.

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