miércoles, 25 de mayo de 2011

Dos relatos de Valentina

Los Diminios vecinos silenciosos



En aquel invierno, hace muchos años pasó algo terrible en Puerto San Julián. La torre de servicios públicos andaba demasiado bien para ser cierto. La maquina roja que llevaba el control de la luz de pueblo entero, era manejada, por personas de muy poca inteligencia.

Que la máquina andara bien ya era demasiado sospechoso. La gente, cuando se acercaba la noche, que en invierno cae como a las seis de la tarde, ya no salían de sus casas, por miedo a que las personas de poca inteligencia, les cortaran la luz, y fueran capturados por los Diminios, que eran bestias y no dudaban en atacar cuando Puerto San Julián se convertía en el fantasma de la noche.

Lo que pasó aquella noche de invierno le paralizó el corazón a más de una persona en el pueblo.

Veluna tenía tan solo 16 años, y ella asistía al colegia nocturno porque no le gustaba demasiado ir.

Salía de la escuela a las ocho de la noche, y en esos días volvía, caminando a su casa porque supuestamente la torre de servicios públicos estaba andando bien.

A medio camino, un apagón total. Veluna no veía ni a centímetros de distancia, así que siguió su camino tanteando las casas, de pronto, con las cuadras contadas tocó la puerta de su casa, o la que al menos parecía ser su casa. Entró, y cuando no vio velas prendidas o a sus padres esperándola, sospechó que algo andaba mal. La niña llamó a sus padres, y nadie respondió. Intentó buscar velas, pero desgraciadamente nada esta en su lugar.

Tanteando en la mesa, tocó algo demasiado caliente como para gritar. Volvió a tocarlo, pero esta vez con más cuidado, y se alegró al saber que era una vela recién apagada. Pero su felicidad

duró unos pocos segundos al darse cuenta de que ya no estaba la vela.

Tenía algo en claro, en su casa había estado alguien. Siguió tanteando, llego al baño, entró y cerró la puerta. Se detuvo delante del espejo. En ese momento pasó un auto por la calle y alumbro el baño, cuando se vio en el espejo, reconoció que ese no era su baño, y vio una gigantesca sombra a su lado. Todo eso en un instante, el auto pasó y no vio mas. Aterrorizada, giró bruscamente hacia la puerta del baño para huir, chocó con algo, sonó un gruñido.

Veluna estaba muy asustada, pero no gritó para que los Diminios de la casa no la capturaran. Salió del baño rápidamente, tanteó todas las paredes en busca de la puerta de salida, pero ya no había ni puertas, ni ventanas, ni baño, ni habitaciones.

Atemorizada, pensó que alucinaba, pero no era así, esta rodeada de Diminios, y cada vez mas cerca tenía el círculo de mounstros espantosos, peludos y gigantescos. Intentó empujarlos, pero ya habían formando una pared.

Nada más se supo de Veluna, nada que no contaran los murmullos de los vecinos que habían oído el griterío. Si Veluna hubiese caminado unos tres pasos más hubiese llegado a su verdadera casa. Los Diminios eran sus vecinos y nunca los supo.









Un Largo Viaje



Había una vez un mujer muy fea, que todos en el pueblo la odiaban, pero nadie se animaba a decírselo, ya que era la famosa Lady Estefanía, hija de la bruja del pueblo, y si la madre se llegaba a enterar lo que la gente decís de su “adorable” hija, iba a empezar a cambiar algunas cosas en el pueblo.

Una tarde Lady Estefanía se iba a juntar con una amiga en la fuente del pueblo, espero y espero sentada, hasta que se dio cuenta de que no iba a aparecer nadie. Así que decidió irse. En el camino creyó reconocer a la traidora de la amiga que la había dejado plantada. No dijo nada, por que la vio con otras mujeres hablando, ellas no la vieron así que se escondió detrás de un árbol para escuchar la conversación. Entonces se asombró al escuchar lo que decía la “amiga” de que no pensaba encontrarse con la horrorosa de la hija de la bruja. Al oír estas palabras Lady Estefanía se sintió totalmente engañada y decidió irse del pueblo, a uno cercano donde podría empezar una nueva vida.

Ella se armó un bolso y sin despedirse se internó en el bosque. En un bosque, oscuro, de árboles altos. Una vez camino y camino, y se dio cuenta de que en aquel bosque no había rastro de vida humana, hasta que se encontró con una especie de duende y este le dijo:

- Hola señorita, ando buscando a Lady Estefanía, ¿La ha visto?

- Eh, si soy yo, ¿Qué necesita?

El duende le intentó poner unas cadenas en la muñeca, mientras le decía:

- Vamos princesa, en el pueblo su madre la anda buscando desesperadamente, y no sabe lo que ha hecho con mi familia, vamos venga conmigo.

Lady Estefanía, se logró sacar las cadenas de la muñeca y corrió bien lejos. Hasta que entró en el tronco de un árbol seco. Allí dentro escuchó gritos de una pequeña niña, que estaba atorada en el árbol. Lady la ayudó a salir y estuvieron hablando:

-¿Cómo has hecho para quedar atascada en el árbol? Le preguntaba Lady Estefanía a la niña.

- Solo traté de huir de mi familia, me sentí mal y me fui.

- ¿Y no quieres volver con tu familia?

- Ahora que lo pienso si volveré, dijo la niña decidida. ¿Me acompañas hasta el pueblo?

- Si vamos.

Cuando Lady Estefanía llegó al pueblo con la niña, toda la gente le aplaudió y le agradeció por salvarla y traerla devuelta a casa.

Desde aquel día Lady decidió quedarse a vivir allí, sin importarle cuanto la podría estar extrañando su madre.

Así también la gente del pueblo la empezó a querer, porque se dieron cuenta que era fea pero que era buena persona sobre todo.

Luego de unos años Lady se pudo casar, y casi todo el pueblo asistió a su boda a verlos.

Y dejo de ser la mujer más fea del pueblo.





Un día tocaron la puerta,

una hermosa joven la abrió.

Al encontrarse con una pobre bestia,

sintió pena y se asustó.

La joven soñaba todas las noches con su príncipe azul,

Un día encontró a la bestia sentado en un abedul,

Todos los días lo buscó,

un día no lo vio y se desilusionó.

Otro día se lo encontró,

el joven era ahora su príncipe azul,

se casaron y vivieron junto al abedul.

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